El primer novohispano en los altares

El primer novohispano en los altares

San Felipe de Jesús, en el siglo Felipe de las Casas Martínez. Uno de los compañeros de martirio de San Pablo Miki, que comparte fiesta con él el 6 de febrero.

Felipe nació en la Ciudad de México el 1 de mayo de 1572. Era pariente de fray Bartolomé de las Casas. Era el primogénito de los once hijos que tuvieron don Alonso y doña Antonia.

Era un chaval bastante inquieto. No se le daba bien eso de estarse quieto mientras le enseñaban, y tuvo un historial escolar bastante irregular. Vamos, que le expulsaban con frecuencia.

Su padre intentó reformarlo, y como eso de la patria potestad iba en serio, lo metió en el convento de Santa Bárbara, de los Franciscanos de Puebla, para que enmendase la vida. Sin embargo, abandonó el noviciado y volvió a su casa. Vamos, que se escapó.

Su padre lo puso a aprender un oficio, a ver si con esas. Empezó en un taller de plateros. No se le daba mal, pero era inconstante. Además, con 18 años, quería aventuras. Ante este plan, su padre lo envía a Manila en 1590, donde todo estaba empezando – se había fundado en 1571- a expandir el negocio familiar en ese lejano territorio dependiente del virreinato de la Nueva España.

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Su vida ha dado lugar a un blockbuster del cine mexicano.

Aquí es donde Felipe aprende esas lecciones de la vida que parecen calcos de esas historias aleccionadoras. Quedándose sin blanca, contempla con desilusión que aquellos a quienes tenía por amigos no valían ni un ochavo. Tras mucho meditarlo, acude al convento franciscano de Santa María de los Ángeles, en Manila, y pide ser admitido. Profesará los votos el 22 de mayo de 1594.

Se preparará para ser sacerdote, y como todavía Manila dependía del obispo de México, se embarcará en julio de 1596 para acometer el temible tornaviaje de 7 meses de duración hasta Acapulco, y poder ser ordenado en México. Pero el viaje fue muy accidentado, y terminan llegando a Japón prácticamente a la deriva el mes de octubre. Son acogidos por sus hermanos del convento de Santa Maria de los Ángeles en Kyoto.

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Una carraca portuguesa en un biombo japonés

Llegaron justo cuando se cocinaba una persecución por parte del Shogun, y el cinco de febrero de 1597 serán crucificados junto con otros jesuitas y nativos japoneses.

Se le suele representar crucificado y atravesado por dos lanzas, pues algo falló en los agarres de la cruz, y decidieron terminar así con su vida en lugar de esperar a que se asfixiase.

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Es el primer santo nacido en el virreinato, el patrón de la Ciudad de México y del gremio de plateros. Un novohispano en toda regla.

La Formosa española.

La Formosa española.

Los primeros europeos en avistar la isla fueron los portugueses, en 1582, y la llamaron ilha Formosa. Los españoles la llamarían isla Hermosa.

España comenzaba a tener un comercio lucrativo con China desde sus puertos de las Filipinas. Los chinos iban a por la plata de la Nueva España, y llevaban sus artesanías suntuosas que se embarcaban en el galeón de Manila. Dicho Galeón iba hasta Acapulco, siguiendo la ruta del tornaviaje, que los españoles mantuvieron secreta durante mucho tiempo. De ahí iba la mercancía por tierra hasta Veracruz, y se embarcaba en la flota de Indias hacia España

El descubrimiento del tornaviaje merece unos cuantos #HispaniaInvicta a parte, verdadera tecnología punta.

Formosa estaba a 700 km al norte de Luzón, y entre medias había algunos pequeños archipiélagos que unían de algún modo ambas islas. Durante un tiempo los españoles llegaron a considerar Formosa una isla más de las Filipinas, y así lo reflejaban en la cartografía.

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Isla Hermosa o ilha Formosa, la actual Taiwan.

Ya en 1586, los españoles de Manila pidieron al rey que se conquistase la isla. Y en 1596 corrió el rumor de que Japón la usaría como base para atacar las Filipinas. Tras un viaje diplomático a China en 1618, será el dominico Bartolomé Martínez quien retome la cuestión y se convierta en el principal adalid de la conquista de Formosa.

Para 1624 los holandeses ya se habían establecido en el sur de Formosa, y eso se ve como una amenaza directa al comercio con China. El capitán general de Filipinas ordena una expedición para conquistar Formosa, que desembarcará en el norte de la isla. El 7 de mayo de 1626, el Sargento Mayor Antonio Carreño de Valdés, fray Bartolomé y 200 españoles, desembarcan en la ensenada de Santiago. La ensenada conserva el nombre chino transliterado del español de Sandiaojiao (Santiago).

En la bahía de Keelung, cercana a la citada ensenada, fundan la ciudad de la Santísima Trinidad, defendida por el fuerte de El Salvador.

Aquí un plano de Santísima Trinidad:

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A la derecha, se puede apreciar la ensenada de Santiago.

Nada más asentarse, los españoles entran en contacto con las tribus del lugar. Las crónicas trasladan una imagen taimada de los lugareños, a quienes se les presenta como “resabiados”. No eran étnicamente chinos, sino la población autóctona del lugar, de raza austronesia.

Para proteger mejor Trinidad, se remontará el río Danshui, hasta encontrar un emplazamiento adecuado para un puesto avanzado. Será en 1629, y se llamará Castillo, muy cerca del actual Taipei, protegido por el fuerte de santo Domingo.

Comienzan unos años de lucha abierta entre Holanda, asentada en el sur, y España, asentada en el norte, por la isla. Esta sería las zonas de control de ambas naciones:

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En verde el territorio de influencia española, en morado el de influencia holandesa.

Será bajo el gobierno de Alonso García Romero (1634-35) donde la Formosa Española adquiera su máxima consolidación. Intervino en el territorio hasta instaurar una efectiva pax hispanica en las tribus situadas entre los dos asentamientos españoles. Otro logro fue el sometimiento de la costa oriental de Formosa, derrotando a los “yndios de Cavalán”

Pero desde este momento la gobernación de Formosa empezará a fraguar su derrota en un despacho en Manila.

Sebastián Hurtado de Corcuera, capitán general de las Filipinas, consideraba que la gobernación de Formosa no cumplía ya su misión, que no era otra sino alejar a los holandeses del comercio de China con España. Además, los chinos empezaban a preferir comerciar en Trinidad en lugar de Manila, con lo cual corría el riesgo de perder importancia su puesto frente al de los gobernadores de isla Hermosa.

Con la guerra de los 30 años en marcha, el flujo de plata novohispana hacia Filipinas era cada vez menor. Había menos dinero para comerciar, consecuencia de un verdadero fenómeno de globalización del conflicto en Europa.

Comenzó entonces el desmantelamiento de la gobernación. Se abandonó Castillo, cuyo fuerte de piedra de Santo Domingo acaba de ser terminado. Don Sebastián exigirá a los gobernadores el desmantelamiento paulatino de todos los reductos, y reduce la guarnición de Trinidad al mínimo. Mientras tanto los holandeses se enteraron, por medio de comerciantes chinos, que la presencia española menguaba, y deciden actuar. En agosto de 1641 ponen asedio a Trinidad. Los españoles aguantan en el fuerte a los holandeses, ya que no llevaban suficiente artillería. Instados a rendirse, el gobernador Don Gonzalo Portillo responderá “estoy acostumbrado a ver grandes ejércitos en Flandes y he luchado contra ellos. Somos españoles cristianos, y Dios es nuestro protector.”

Los holandeses se verán forzados a levantar el asedio, y Don Gonzalo pedirá refuerzos a Manila. Don Sebastián le enviará únicamente 20 soldados y 12 marineros. Enfurecido, Don Gonzalo manda reconstruir los reductos alrededor de Trinidad que D. Sebastián había mandado abandonar.

En agosto de 1642 regresa la flota holandesa. Don Gonzalo decide hacerles frente en lugar mismo del desembarco, con 50 hombres.

Plano holandés con el que se planificó el asalto.

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Abajo a la izquierda, fortaleza de El Salvador y reductos. 

Los españoles se refugiarán en el reducto de La Retirada. Si los holandeses lo toman, pueden emplazar allí la artillería y bombardear el fuerte de El Salvador. Aguantaron cuatro días los embates holandeses, con una proporción 20 tiros de artillería por cada tiro español. Al caer el reducto de «La Retirada» ya no había nada que hacer. D. Gonzalo rendirá la fortaleza de El Salvador y entregará Trinidad. Pero no sin antes hacer marchar a la tropa a toque de tambor y con las banderas desplegadas para rendirse ante los holandeses, manteniendo intacta la honra de la guarnición.

Fueron llevados a Batavia como prisioneros, junto con sus mujeres taiwanesas y prole, pues como en otros lugares, los españoles encontraron tiempo para practicar el mestizaje. Una vez llegado a un acuerdo con las autoridades, fueron devueltos a Manila.

En el juicio de residencia al que se tuvo que someter Don Sebastián Hurtado de Corcuera al regresar a España, fue hallado culpable de la pérdida de isla Hermosa, descargando en él toda la responsabilidad.

Veinte años más tarde, los holandeses serán expulsados de Formosa por el líder rebelde chino Koxinga. Ya que no iba a ser española, qué menos que no fuese holandesa.

A pesar de la corta presencia española, desde los asentamientos los dominicos pudieron hacer una labor intensa de evangelización. A pesar de las distintas invasiones que ha sufrido la isla, y del cambio significativo de las etnias dominantes, la presencia católica dura hasta nuestros días.

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En la imagen, uno de los muros del fuerte de El Salvador, durante las excavaciones del nuevo puerto de Keelung.