La vuelta a casa bien vale Rabat

La vuelta a casa bien vale Rabat

Nuestra historia empieza con un episodio desgarrador: la expulsión de los moriscos de España en 1609. Se calcula que solo en Marruecos fueron desembarcados al menos unos 40.000 moriscos. Entre ellos se encontraba un grupo muy compacto, los moriscos del pueblo de Hornachos, en Badajoz. Entre 1200 y 3000 personas según las fuentes.

Los moriscos de Hornachos – luego conocidos como hornacheros u hornachegos – llevaban más de 300 años bajo soberanía castellana. Algunos de ellos tenían ancestros notables, de tal modo que se les permitía portar espada y tener una suerte de gobierno local. Cuando desembarcan en Marruecos, rápidamente se les distingue como un grupo compacto, con jerarquía entre ellos, vestidos a la usanza castellana, y familiarizados con el manejo de las armas. Hecho que resultará relevante, pues el Sultanato estaba en guerra civil.

Los hornacheros servirán a Muley Zaidan, uno de los hijos del Sultán fallecido aspirante al trono, que resultará el vencedor de la contienda. Zaidan los destinó a vigilar la frontera con el antiatlas, por la zona de Draa, pero ya en 1610 marchan a su nuevo destino, la desembocadura del río Bu Regreg. Ahí les esperaba un poblado de andalusíes, descendientes de los huídos de la caída del Reino de Granada y una fortaleza en estado ruinoso. Los hornacheros se asientan en la kasbah (fortaleza), y en poco tiempo pondrán en marcha su propio autogobierno dentro del asentamiento.

En 1614 cae el puerto de La Mamora en manos españolas, ciudad hasta entonces sede de los corsarios al servicio del Sultán, de tal modo que el único puerto de la fachada atlántica en poder de Marruecos es de la desembocadura del Bu Regreg.

rada-salu00e9
Desembocadura del río Bu Regreg, desde Rabat.

Los corsarios se trasladan a Salé -que es el nombre de la aldea primigenia- y pronto los hornacheros empiezan a dedicarse al corso. Entre los corsarios hay holandeses al servicio del sultán, que enseñarán a los hornacheros, gente de interior, el arte de la construcción naval. Entre los corsarios holandeses al servicio del sultán está Jan Janszoon. Durante un tiempo fue almirante de la flota corsaria, y su familia, fruto de la relación con una morisca de Cartagena, vivió durante un tiempo en la ciudad de Salé.

jan-janzsoon
El corsario Jan Janszoon, óleo de Pier Francesco Mola

De hecho, sus hijos con la morisca cartagenera, Anthony y Abraham, llevarán como apellido Van Salee, en clara alusión a la ciudad. Emigrarán con el tiempo a Nueva Amsterdam, en la isla de Manhattan, y de los mestizos Van Salee desciende parte de la «aristocracia» de Nueva Inglaterra, gente como los Vanderbilt, Jacqueline Kennedy… o el propio Humphrey Bogart.

bogart
Siempre nos quedará Salé, Humphrey.

Pero volvamos a los hornacheros de Salé. Para 1626 dominaban ambos asentamientos en la desembocadura del Bu Regreg – Rabat y Salé – y sintiéndose ya seguros de su posición, dejan de pagar el 10% de las presas al Sultán y matan al Caíd, su representante en la kasbah.

salu00e9-1
Salé nueva y Salé vieja (Rabat), a ambas orillas del río Bu Regreg.

Nace así la Republica de Salé, o «de las dos orillas». Un consejo o Diván de 14 hornacheros llevarán el gobierno de la republica corsaria. Llegarán a tener una flota de 40 barcos, la mayoría de construcción propia a la «holandesa», y su propio pabellón.

bandera-salu00e9
Pabellones de las naves corsarias de Salé, incluida la bandera sangrienta, muahahaha.

La actividad corsaria será principalmente en la zona del estrecho. El tráfico marítimo de Ceuta y la flota de Indias serán de sus víctimas favoritas. Algunos llegarán a aventurarse hasta el canal de San Jorge, entre Inglaterra e Irlanda, o la misma Islandia.

La situación en la Republica, sin embargo, no es fácil. Los moriscos no hornacheros y los andalusíes empiezan a exigir el poder tomar parte en las decisiones del gobierno. Terminarán entrando en el Diván o Consejo. Será una tensión constante.

El castellano era la lengua dominante entre los hornacheros. De hecho, escribían en castellano aljamiado (en caracteres árabes). El líder militar recibía el nombre de «capitán general de la fortalesa». Para el resto de marroquíes, los hornacheros eran «cristianos castellanos», a pesar de ser moriscos expulsados.

Los hornacheros miraban a España continuamente. Ya en 1625 habían entrado en contacto con un enviado inglés, que buscaba reclutar moriscos para formar un ejército que invadiese España una vez la flota inglesa tomase Cádiz. Dicha intento de la flota inglesa fracasó.

En 1631 los hornacheros entran en contacto, por medio de un enviado, con el Duque de Medina Sidonia para presentarle una propuesta inverosímil: entregarán la República a Felipe IV si se les deja retornar a Hornachos.

El proyecto de tratado ofrecía lo siguiente: entregar la kasbah a un contingente de cien soldados españoles, indemnizar a todos los vecinos de Hornachos que los habían reemplazado en sus tierras. Y pedían el reconocimiento de los privilegios multiseculares de que habían gozado antes de la expulsión. También pedían una moratoria de 20 años frente al tribunal de la Inquisición, tiempo suficiente para educar a la joven generación de hornacheros nacida en los 20 años de exilio en las costumbres castellanas. Y para ello pedían la presencia de un sacerdote que los instruyese en la fe católica…

Y la más desgarradora de las peticiones: el reencuentro con los hijos de los que habían sido desposeídos antes de marchar. Y es que a algunos moriscos les habían quitado sus hijos más pequeños para ser educados como cristianos en España sin la influencia de sus padres, mientras el resto de la familia era expulsada.

En Sevilla entregarían al rey toda su flota, así como toda la documentación generada en la República de sus tratos con Inglaterra y Holanda. Firmaban dicho proyecto de tratado Mahamet Abdelkader, Bejer Brahín de Bargas, Mumamet Blanco y Musa Santiago. En dicho documento le aseguraban al Rey que no habían dejado de llorar ningún día anhelando volver a España.

No llegó a materializarse dicho pacto, pero consta por medio del embajador inglés en España que en 1633 se hacían preparativos en Cádiz para la repatriación, al menos parcial. El Duque de Medina Sidonia mantuvo contactos con el Diván de la República durante los años siguientes, llegando a socorrer con víveres a la ciudad en 1637, mientras estaba sometida a un asedio por tierra.

Y es que los ingleses, a pesar de su fracaso en Cádiz, no querían perder la baza de un frente activo contra España desde el sur, y desde la fachada atlántica. Poco a poco veían que los hornacheros giraban su lealtad hacia el rey de España, así que decidieron intervenir apoyando la facción andalusí primero, y luego la de un clérigo radical local, un santón o «morabito» para hacerse con el control de la República.

bloqueo-salu00e9
Bloqueo naval francés a la República. Si esto no es ser compatriota…

Para 1640, los hornacheros tienen que empezar a compartir su poder con los andalusíes, y poco a poco su identidad como colectivo se empieza a disolver. Será en 1668 cuando la República sea anexada por el Sultanato de Marruecos.

¿Qué ha quedado de los hornacheros? Apellidos en Marruecos como Bargash (Vargas), Mulina (Molina), Baes (Pérez y Báez), Piro (Pedro) o Balafrej (¡Palafox!). Y una ciudad, Rabat, que en el corazón de sus moradores llegó a concebirse como la moneda de cambio para volver a casa.

alcazaba-salu00e9
Si Paris bien vale una Misa, la vuelta a Hornachos bien vale Rabat

Como curiosidad literaria, Daniel Defoe hace pasar a Robinson Crusoe cautiverio entre los corsarios de Salé.

Bonus Track: cuadro de Zurbarán sobre la defensa de Cádiz contra los ingleses y holandeses en 1625.

defensa-de-cu00e1diz

En primer término, sentado, Fernando Girón, comandante de la plaza. El hombre estaba enfermo, pero a pesar de todo se mantuvo al frente de la resistencia de la ciudad. De pie, frente a él, el Teniente de Maestre de Campo Diego Ruiz. La escena de fondo reproduce los combates de la flota anglo-holandesa frente al Puntal.

Desde Jérez, donde estaba su cuartel general, Don Manuel Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, Duque de Medina Sidonia, coordinaría toda la defensa como capitán general de Andalucía. Con su habilidad logró abortar la ocupación de Cádiz, y por tanto el ulterior desembarco morisco, para el cual habían sido sondeados los hornacheros por medio de un agente inglés.

 

Los orígenes españoles de El Patriota

Los orígenes españoles de El Patriota

 

El Patriota es una de mis películas favoritas. A parte de que Jason Isaacs lo borda caracterizando al coronel Tavington, y Mel Gibson cumple bien con su papel de hombre atormentado por su pasado – no es muy difícil xD – es la clásica película donde los buenos ganan y los malos se llevan su merecido. A veces uno se queda con la miel en los labios y le da por indagar – qué de real hay en esto – y el resultado ha sido sorprendente. Tanto, que el protagonista y el antagonista de la película El Patriota dan para un hilo con sabor a #hispaniainvicta.

Recordaréis la gran batalla del final, donde se encuentran Benjamín Martin y el malvado coronel Tavington en un mano a mano sin cuartel. Pues bien, la batalla refleja en realidad dos batallas reales, las batallas de Cowpens y Guilford Court House. La de Cowpens queda reflejada en la carga de Tavington y el mano a mano con Martin. La de Guilford Court House en las dimensiones y en la derrota de Lord Cornwallis.

cornwallis
Lord Cornwallis, caracterizado en El Patriota por Tom Wilkinson.

Tavington es un personaje de ficción, basado casi al pie de la letra en Sir Banastre Tarleton, comandante de la Legión Británica, una unidad mixta de dragones e infantes, con participación de voluntarios americanos leales a la Corona.

tarleton
Sir Barnastre Tarleton, pintado por Sir Joshua Reynolds.

El papel de Benjamín Martin en la batalla de Cowpens refleja el de George (Jorge) Farragut Mesquida, capitán por aquel entonces del 3er regimiento de dragones ligeros de Virginia.

farragut-mesquida
Jorge Farragut Mesquida, retrato póstumo.

Jorge (o Jordi) Farragut nació en Ciudadela, Menorca, en 1755. A los 10 años su familia lo mandó a estudiar a Barcelona, y desde entonces empiezan sus aventuras, que tendrán el mar por protagonista en sus primeros años. Como tantos jóvenes con ansias de un futuro prometedor, se dirige a hacer las Américas.

En 1776 ya era capitán mercante, principalmente entre Veracruz y Nueva Orleans, aunque también por el Caribe y las ciudades de las colonias sureñas. Se presentará ese año con un cargamento de armas por su cuenta y riego en Charleston (Carolina del Sur), y se unirá a la Armada de Carolina del Sur como corsario.

Participará en operaciones costeras, de corsario primero, y después de oficial de la Armada de Carolina del Sur con rango de teniente. Estará en la toma de Savannah en diciembre de 1778, y en la caída de Charleston en 1780.

En Charleston, una vez que los marinos son desembarcados, le darán el mando de una batería costera. Entre los asediados se dirá que nadie gastó más pólvora con más rabia contra los navíos ingleses que Farragut.

Hecho prisionero, encontrará en el representante oficioso del gobierno español en las trece colonias, Juan de Miralles, un valedor para que sea prontamente liberado en un intercambio de prisioneros en Filadelfia. Volverá a ponerse en marcha, y se enrolará en la caballería. Será destinado como capitán al 3er regimiento de Dragones Ligeros de Virginia, bajo el mando del Coronel William Washington, primo del comandante supremo. Serán integrados en el ejército bajo el mando del Brigadier Daniel Morgan, y se dirigirán a las Carolinas.

Es ahí, en una maniobra visceral por parte de Cornwallis, deseoso de dar un mazazo a los rebeldes, donde envía en su búsqueda y persecución al Teniente Coronel Tarleton al mando de su Legión Británica. Se encontrarán en el claro de Cowpens.

La película refleja bastante bien la táctica empleada por Morgan. Situará sus hombres en tres líneas de profundidad, dejando la última línea oculta tras una colina, con lo mejor de su ejército, los fusileros de Maryland. En el centro de la segunda línea, las milicias. Las milicias dispararan dos veces, y emprenderán una falsa retirada, protegida por los dragones de Washington. Tarleton cae en el cebo, y lanza toda la infantería contra la milicia.

Cowpens 1
Primera fase de la batalla de Cowpens. El cebo.

 

Los continentales aparentaran ceder terreno, mientras los dragones de Washington van hostigando a los infantes ingleses. Cuando hacen cumbre estos últimos en la colina, los continentales y las milicias plantan cara, y los machacan literalmente.

cowpens-21
Segunda fase de la batalla de Cowpens. Hay carne fresca en el menú.

Y es aquí donde ocurre el mano a mano en el que se inspira la escena de la película. Tarleton, abrumado por el desastre inminente, ordena hacer una carga, encontrándose frente a frente con los dragones de Virginia.

duelo-cowpens-cuadro
Tarleton copado en Cowpens.

En un lance, Tarleton se encuentra con William Washington, que va en su búsqueda al grito de «¿Dónde está ese fatuo de Tarleton?». Se monta un tumulto con hombres de ambos ejércitos en torno a ambos líderes, y aquí es donde aparece Farragut al quite.

patriota-final
Benjamin Martin haciendo de Farragut.

Logra entablar combate cuerpo a cuerpo con Tarleton, que iba decidido a acabar personalmente con W. Washington. Farragut logrará herir a Tarleton (parece que pierde algunos dedos), y este tendrá que emprender la retirada. De los 1100 hombres de su Legión, retornarán con él 160.

tavington-final
Si hay que ser imperialista, que sea con estilo. Tavington/Tarleton is the man.

Tras la guerra, Farragut se establecerá en Tennessee. Se casará, tendrá cinco hijos. Estará al frente de la caballería territorial de Tennessee, y es posible que se debatiese en una ambivalente posición entre Estados Unidos y España en la interesantísima década de 1790. Servirá nuevamente en la Armada, con la compra de la Luisiana por parte de Estados Unidos (1803), y se establecerá en Nueva Orleans. Morirá el 4 de junio de 1817.

Su fama quedará totalmente eclipsada por la de su hijo David Farragut, el primer oficial de la Navy en alcanzar el rango de Almirante, y famoso por su intervención decisiva en la guerra de secesión al mando de la flota de la Unión.

farragut-hijo-2
Admiral David Farragut, US Navy.

 

Tras las huellas del cíbolo, a la conquista de las grandes llanuras

Tras las huellas del cíbolo, a la conquista de las grandes llanuras

Muy pronto comenzarán los españoles a explorar el interior de los actuales Estados Unidos. Ya habían perfilado la costa completa hacia 1519, tal y como contamos en su ocasión.

Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, tras su naufragio en la expedición fallida de Pánfilo de Narváez, se adentrará en el interior de la costa del Golfo. En su camino, será el primero que nos deje constancia del encuentro con un animal exótico: el búfalo.

Lo encontrará en el interior de Texas, y nos dejará una descripción comedida.

dbacyvrx4aaljcw

Cuando regrese a la Nueva España, se organizará una expedición al mando de Vázquez de Coronado, que parte hacia el interior en 1540. En ella un fraile, Marcos de Niza, dejará una descripción de oídas bastante fantástica. Normal. En el fin del mundo hay dragones 😉

dbadkcrw0aemlxp

La verdad es que Marcos de Niza la liará bastante parda, porque asegurará que vio, a lo lejos, las siete ciudades de oro de Cíbola.

Tendremos que esperar a la expedición que organice Juan de Oñate, el yernísimo (estaba casado con una nieta de Cortés), para la exploración y conquista de Nuevo México, para encontrar nuevos relatos de estos fantásticos animales.

En su expedición iba un entusiasta de los ripios, D. Gaspar Pérez de Villagra. Era un criollo oriundo de Puebla,que hizo fortuna en la expedición y público sus memorias de la misma. En sus ripios, nos habla del encuentro con la bestia.

img_2385

Pero no solo eso. Nos dejará una descripción de las grandes llanuras, que en muchas ocasiones asemejarán a un mar. Y a los búfalos, como peces del mismo.

img_2386

En fin, de los distintos relatos, el lector podía colegir que se trataba de un animal de «cuerpo como un toro castellano», «barbas como cabrones -mis disculpas -, muy grandes», «pelo merino, como de ovejas», «de melenas y cuartos anteriores leoninos», «córcoba cual camello». Vamos, que hubiese hecho las delicias del Beato de Liébana.

Los españoles se dejaron fascinar por la bestia, y fueron bastante observadores de sus costumbres. Pedro Castañeda de Nájera, de la expedición de Vázquez de Coronado contarán qué plantas comen: «vallico, poleo, abena y lino».

El capitán Juan Jaramillo de Andrade, también de la expedición de Vázquez de Coronado, observará las costumbres sociales de los búfalos, y contará que los machos se van a veces por su cuenta, y a veces se vuelven con las madres, jovenzuelos y crías. Podían apartarse varias leguas. Castañeda también contará que les gusta acercarse a las arboledas de los ríos, para rascarse los lomos en los troncos, y mudar «como culebra el pellejo».

img_2377
Mira Coronado, las siete ciudades de oro de Cíbola no las encontraste porque te llevaste una troupé de la revista Nature, macho.

Los búfalos van a influir mucho en la exploración española de las grandes llanuras. Una relación anónima de la expedición de Vázquez de Coronado – aquí largaba todo el mundo, como para hacer algo comprometedor – decía que muchas veces debían cambiar el rumbo en su travesía. Eran tan grandes las manadas, que esperar a que terminasen de pasar era perder toda la jornada.

Jaramillo apuntaba que solo los búfalos eran capaces de abrir sendas con su paso por la llanura. Los hombres y caballos no eran capaces de dejar rastro, pues la hierba era muy fuerte, y no se dejaba vencer fácilmente. La única manera de no perderse en ese inmenso mar, y poder disponer de avanzadillas y retaguardias, era levantar montículos con los excrementos de los búfalos y los huesos, práctica que depurarán – a Dios gracias – los españoles usando estacas para marcar el camino.

Castañeda nos contará como en la llanura se encontrarán estanques redondos del diámetro de «un tiro de piedra», los cuales contenían agua dulce o salada según los casos. Dirá que quien así lo afirmaba era Vázquez de Coronado. Esas charcas las hacían los búfalos a partir de regueros y fuentes, para darse sus baños de barro y aliviar calores. Es muy probable que las saladas lo fuesen por la acumulación de orines, pelo y piel muerta. Ole ahí, Coronado.

Pero no todo era contemplar a los búfalos. También los cazaban. De hecho, el primer relato de cacería del búfalo con arma de fuego nos lo ha dejado nuestro criollo de los ripios, Don Gaspar Pérez de Villagrá.

img_2387

Y no solo cazarlos. Para los españoles de la expedición de Oñate en Nuevo México les pareció una magnífica idea intentar acorralarlos y meter un grupo en un cercado. El capitán Juan Ruiz se puso a la tarea, cual vaquero, logrando encauzar un grupo. Cuando llegó la estampida al cercado, se lo llevaron como si fuese de papel, frustrando el intento de llevarse a Santa Fe un grupo de las mismas para criar en cautividad.

Cabaña de búfalos no se pudo hacer, pero cuentan las crónicas que allá por el siglo XVIII se habían llevado a Zacatecas (Nueva España) dos crías de búfalo, que creciendo en cautividad hacían tareas agrícolas.

Curiosamente, el término vaquero será empleado por los españoles para referirse tempranamente a las tribus indias que seguían las migraciones de los búfalos. Y a falta de ciudades de oro, llamarán a estas nobles bestias cíbolos o cíbolas. Estas bestias condicionarán la presencia española en las grandes llanuras. Lo primero, territorialmente. No era fácil establecer asentamientos permanentes en las praderas, hubo que adaptarse a los usos indígenas. De ahí surgen los ciboleros, los cazadores de búfalos.

img_2364
La versión novohispana del toro de la Vega.

Los ciboleros eran auténticos temporeros. Cuando bajaban los rebaños en invierno hacia Texas, Kansas y Oklahoma, salían partidas de ciboleros con sus familias desde los asentamientos de Nuevo México. Llevaban el típico carromato español de un solo eje.

img_2365
Reenactment cibolero.

Los ciboleros solían ser indios pueblo y mestizos de clases humildes en un principio, que buscaban un suplemento a sus ingresos. Llegaron a organizarse de tal modo, que actuaban reclamando territorialmente, como los indios, su propio terreno de caza.

img_2368

Ese terreno era lo que se conoce como Llano Estacado. Aquí, entre las fronteras de Nuevo México y Texas.

img_2366

Dependiendo de las lluvias y de la temperatura, a veces se tenían que internar en las grandes llanuras en búsqueda de las manadas, llegando hasta el actual estado de Kansas.

También los cíbolos influyeron en la impedimenta de las exploraciones y contingentes militares. Puesto que la carne estaba siempre a mano, no era necesario llevar grandes trenes de aprovisionamiento, haciendo de las columnas más ligeras. De eso se beneficiaron las columnas españolas cuando intentaban interceptar a franceses, ingleses y luego norteamericanos, cuando se internaban en las grandes llanuras por medio de los cauces de los ríos.

Y por último, también los búfalos influyeron en la diplomacia y relaciones con los indios. Ya en el siglo XVIII, los indios buscaban a los españoles y hacían tratados con ellos cuando se hallaban en posición de debilidad frente a otras tribus. Desde Nuevo México y Tejas ofrecían escoltas a las tribus aliadas, para que pudieran cazar sin ser molestadas por otras tribus.

En este frente lejano del imperio hubo que hacer frente a enemigos exteriores, como los apaches primero, y los comanches después. Y a revueltas internas, como la de los indios pueblo, a finales del siglo XVII.

La revuelta de los indios pueblos, exitosa al principio, fracasó porque los apaches necesitaban del comercio en la llanura con los españoles. Empezaron a hostigar a los indios pueblo, dejándolos sin una de sus principales fuentes de alimento, la carne de cíbolo.

Con el Tratado de Fontainebleau, de 1762, España adquiere la Luisiana, y nominalmente ostenta la soberanía sobre la totalidad de las grandes llanuras, ya que el límite oriental de las grandes llanuras llega hasta el Misisipi.

img_2380

Esto impone abrir una ruta que comunique ambas partes del Virreinato de la Nueva España, más allá de la ruta costera por Texas. Se impone abrir una ruta por las grandes llanuras. Esa ruta se conocerá como el camino de Santa Fe, y la abrirá el capitán Pedro Vial en 1787.

img_2388
Otra cosa no, pero de los romanos aprendimos a hacer carreteras.

La carne de cíbolo entrará a Nueva Orleans desde el fuerte y puesto comercial español de Los Arcos, en Arkansas.

Las pieles irán llegando a San Luis y Nueva Madrid, en la Luisiana, fruto del comercio con los poderosos indios Osages en el puesto de Fuerte Carondelet, en la divisoria de los actuales estados de Kansas y Misuri

La Compañía Comercial del Alto Misuri comerciará efímeramente durante los años finales del siglo XVIII con los indios Oto en el puesto sobre el río Misuri en actual estado de Kansas, intercambiando pieles por mercaderías. Lo mismo en Fuerte Carlos, en el actual estado de Nebraska. El propio Santiago (James) Mackay participó en una cacería de búfalos junto a los indios Omaha, para abastecer el puesto comercial recientemente fundado de Fuerte Carlos ante el invierno que llegaba. Sobre los esfuerzos comerciales españoles en el Alto Misuri, ya hablamos aquí.

Cuando el ocaso español en América se acercaba, el búfalo formaba parte del modo de vida español en las grandes llanuras, e influía en los asentamientos de Nuevo México, Texas, Luisiana, Arkansas, Misuri, y más allá, incluso en Kansas y Nebraska.

Estas han sido unas pinceladas de la historia española en las grandes llanuras, de la mano de los míticos cíbolos. Mucho más habría que decir sobre las batallas que durante dos siglos mantuvieron la presencia española en las grandes llanuras contra muy diversos enemigos. Pero eso dará lugar a nuevas historias que deben ser contadas.

La cruz de San Andrés en los Grandes Lagos

La cruz de San Andrés en los Grandes Lagos

Cuando se llega a Niles, estado de Michigan, sorprende encontrar tanto en la plaza como en el propio escudo de la ciudad la bandera española de la cruz de san Andrés. Pocos kilómetros mas abajo, el río que recorre dicha población desemboca en el lago Michigan, uno de los Grandes Lagos. ¿Cómo es posible la presencia de España en un lugar tan remoto?

The Welcome to Niles Garden
Plaza de las cuatro banderas, Niles MI. Se puede apreciar también en el escudo.

Año de Nuestro Señor de 1781. Amanecer del 12 de febrero. Ribera del río San José, cerca de su desembocadura en el lago Michigan. El Capitán Eugenio Pouré, del Regimiento de Infantería de la Milicia de Luisiana, contempla a los adormilados centinelas ingleses del Fuerte San José.

Han pasado cuarenta días desde que saliera de San Luis de Misuri, y 800 kilómetros de ríos congelados y praderas nevadas. Los 90 hombres de la milicia de San Luis, más los 60 guerreros de las tribus oto, sotú y potuttami aguardan ordenes agazapados.

Cambio de guardia. Es el momento. El capitán Pouré da la señal, y los centinelas en la empalizada son abatidos o reducidos. La avanzadilla retiene el portón mientras salen de la espesura el resto de los hombres. Cuando los soldados ingleses salen de sus caldeados refugios, ya nada pueden hacer. Los hombres de la milicia de San Luis han tomado el Fuerte San José. El acceso desde los grandes lagos a la cuenca del Misisipí queda en manos españolas.

sketch4
Idealización del magno evento.

El capitán Pouré manda izar la bandera española. Reclama para Su Majestad Carlos III las tierras altas de Ilinoia – la «manopla» que configura la parte oriental del actual estado de Michigan. Tras reponerse, ordena arrasar el fuerte y los almacenes, y vuelven a San Luis.

FtJoseph.gif
Ubicación del Fuerte en Michigan.

El Fuerte San José era una plaza fundada por los franceses en la ribera del río San José. Era una concesión de Luis XIV a los jesuitas, que en 1680 fundan una misión. En 1691 ya se había levantado un fuerte. La posición era importante, pues estaba cerca de la desembocadura del río en el lago Michigan. Y desde ahí, siguiendo una ruta india conocida, se bajaba hasta el río Illinois hasta llegar al Misisispí. Era un eslabón importante entre Canadá y Luisiana.

9ec649e07e335a8bce48aadaa524b63e--st-joseph-archaeology.jpg
Placa que recuerda el raid español.

Cuando los ingleses se hacen con el territorio, tras la guerra de los siete años, usaran el Fuerte como puesto de avanzada. Sus almacenes de avituallamiento eran muy importantes, pues desde ahí se concentraban las tropas que luego descendían por el Illinois. De hecho, en marzo de 1780, el General Sinclair había partido desde ahí con 900 hombres para arrebatar San Luis a los españoles, en el contexto de la Guerra de Independencia de las 13 Colonias.

En Madrid se celebra el triunfo, hasta la Gaceta publica una reseña de la hazaña. Y lo fue, no solo por recorrer 800 km de dura pradera invernal para hacer esta operación de comando. Tras la toma del Fuerte, los ingleses quedaron a la defensiva en el teatro de operaciones, a la espera de una invasión hispano-continental desde los grandes lagos hacia Canadá.

Colorized Interpretive Sketch_0.jpg
Reconstrucción del Fuerte San José, de acuerdo con los datos arqueológicos.

La toma de este fuerte de frontera será una baza importante para España en las negociaciones que llevarán al reconocimiento de la independencia de Estados Unidos, en el Tratado de París.

Para proteger el avance del Capitán Pouré, el gobernador interino de San Luis, Francisco de Cartabona, había ocupado dos pasos fluviales estratégicos. Por un lado, había establecido un puesto en la desembocadura del río Des Moines en el Misisipí, actual estado de Iowa.

Y por otro lado, había mandado otro destacamento a Peoria, un asentamiento de colonos franceses en la ribera del río Illinois, en el corazón mismo del actual estado, al mando del capitán Jean Baptiste Maillet, de la milicia de San Luis.

Estos tres hitos, despejados de la presencia de ingleses, y sobre un territorio en el que nunca entraron los continentales de Clark, serán lo que los negociadores españoles pongan sobre la mesa en las conversaciones de paz, que serán a varias bandas.

En este mapa podemos apreciar las distintas fronteras que se proponen a lo largo de las negociaciones. España parte poniendo la frontera entre los Estados Unidos y la Nueva España en los montes Apalaches. Era prácticamente cumplir con el proyecto para América del Norte de Menéndez de Avilés, ideado hace más de dos siglos por aquel entonces.

IMG_2243.png
En este enlace podéis acceder al mapa con todo lujo de detalles.

El Conde de Aranda llevará las negociaciones durante 1782, y será un intercambio de propuestas entre Estados Unidos, receptor de los derechos ingleses, y España. Francia tendrá un papel de árbitro en las negociaciones.

Una de las últimas propuestas francesas, y que mantenía sustancialmente el territorio que Aranda quería mantener, era situar la frontera en los ríos Wabash y Ohio, dejando la «manopla» en territorio español. Eso suponía dejar bajo soberanía española los actuales estados de Illinois, Michigan, Wisconsin y el norte de Indiana. Y todo por la toma de este Fuerte.

Fort_St._Joseph.jpg
Piedra conmemorativa en Niles MI

Estas reclamaciones eran una apuesta fuerte del Conde de Aranda, pero entraron en juego otros factores. Las negociaciones de paz con los ingleses suponían grandes avances territoriales. Se le devolvían a España la isla de Menorca, Florida Oriental (San Agustín), Florida Occidental (Mobile y Pensacola), la Costa de los Mosquitos (Nicaragua y Honduras).

Ante estos avances territoriales, especialmente las Floridas, imponía un reconocimiento de las mismas por Estados Unidos, que también jugó su baza diplomática. Los ingleses se empeñaron en rebajar la entidad de la operación militar española, así como la importancia estratégica del Fuerte, de tal modo que poco menos que se trataba, según ellos, de una pelea entre tramperos. Y a ello se agarraban los negociadores norteamericanos, que al principio estaban un tanto desolados, tal y como atestigua un fragmento de una carta escrita por Benjamin Franklin al Secretario de Estado Robert Livingston, en abril de 1782, durante las negociaciones del tratado de paz, en la que le dice lo siguiente: «Veo por los periódicos que los españoles, habiendo tomado un pequeño puesto llamado San José, pretenden reclamar la totalidad del territorio de Ilinois. ¿Qué consideración tiene el Congreso de esta postura? Mientras los españoles rechazan nuestra amistad, ¿hemos de soportar que nos encajonen dentro de nuestras fronteras, y nos atrapen tras los Apalaches? Empiezo a temer que realmente ese sea su proyecto».

Ante tales reivindicaciones, los americanos optan por negociar separadamente los término de la paz con los ingleses, y solo después atender a las pretensiones españolas. Las fronteras, tras el Tratado de París de 1783, quedarían tal y como refleja el mapa a continuación. Pero la solución de vecindad entre España y Estados Unidos no quedará resuelta sino hasta el Tratado de San Lorenzo de 1795.

united_states_america_1783.gif

España mantuvo la frontera del Misisipí, pero supuso un avance por el mismo, que permitiría en años posteriores plantearse la colonización de la ribera en el actual estado de Iowa. Y durante más de diez años estableció una partida de ajedrez con los Estados Unidos, que dieron lugar a nuevos hechos que merecen ser bien contados.