Los orígenes españoles de El Patriota

Los orígenes españoles de El Patriota

 

El Patriota es una de mis películas favoritas. A parte de que Jason Isaacs lo borda caracterizando al coronel Tavington, y Mel Gibson cumple bien con su papel de hombre atormentado por su pasado – no es muy difícil xD – es la clásica película donde los buenos ganan y los malos se llevan su merecido. A veces uno se queda con la miel en los labios y le da por indagar – qué de real hay en esto – y el resultado ha sido sorprendente. Tanto, que el protagonista y el antagonista de la película El Patriota dan para un hilo con sabor a #hispaniainvicta.

Recordaréis la gran batalla del final, donde se encuentran Benjamín Martin y el malvado coronel Tavington en un mano a mano sin cuartel. Pues bien, la batalla refleja en realidad dos batallas reales, las batallas de Cowpens y Guilford Court House. La de Cowpens queda reflejada en la carga de Tavington y el mano a mano con Martin. La de Guilford Court House en las dimensiones y en la derrota de Lord Cornwallis.

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Lord Cornwallis, caracterizado en El Patriota por Tom Wilkinson.

Tavington es un personaje de ficción, basado casi al pie de la letra en Sir Banastre Tarleton, comandante de la Legión Británica, una unidad mixta de dragones e infantes, con participación de voluntarios americanos leales a la Corona.

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Sir Barnastre Tarleton, pintado por Sir Joshua Reynolds.

El papel de Benjamín Martin en la batalla de Cowpens refleja el de George (Jorge) Farragut Mesquida, capitán por aquel entonces del 3er regimiento de dragones ligeros de Virginia.

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Jorge Farragut Mesquida, retrato póstumo.

Jorge (o Jordi) Farragut nació en Ciudadela, Menorca, en 1755. A los 10 años su familia lo mandó a estudiar a Barcelona, y desde entonces empiezan sus aventuras, que tendrán el mar por protagonista en sus primeros años. Como tantos jóvenes con ansias de un futuro prometedor, se dirige a hacer las Américas.

En 1776 ya era capitán mercante, principalmente entre Veracruz y Nueva Orleans, aunque también por el Caribe y las ciudades de las colonias sureñas. Se presentará ese año con un cargamento de armas por su cuenta y riego en Charleston (Carolina del Sur), y se unirá a la Armada de Carolina del Sur como corsario.

Participará en operaciones costeras, de corsario primero, y después de oficial de la Armada de Carolina del Sur con rango de teniente. Estará en la toma de Savannah en diciembre de 1778, y en la caída de Charleston en 1780.

En Charleston, una vez que los marinos son desembarcados, le darán el mando de una batería costera. Entre los asediados se dirá que nadie gastó más pólvora con más rabia contra los navíos ingleses que Farragut.

Hecho prisionero, encontrará en el representante oficioso del gobierno español en las trece colonias, Juan de Miralles, un valedor para que sea prontamente liberado en un intercambio de prisioneros en Filadelfia. Volverá a ponerse en marcha, y se enrolará en la caballería. Será destinado como capitán al 3er regimiento de Dragones Ligeros de Virginia, bajo el mando del Coronel William Washington, primo del comandante supremo. Serán integrados en el ejército bajo el mando del Brigadier Daniel Morgan, y se dirigirán a las Carolinas.

Es ahí, en una maniobra visceral por parte de Cornwallis, deseoso de dar un mazazo a los rebeldes, donde envía en su búsqueda y persecución al Teniente Coronel Tarleton al mando de su Legión Británica. Se encontrarán en el claro de Cowpens.

La película refleja bastante bien la táctica empleada por Morgan. Situará sus hombres en tres líneas de profundidad, dejando la última línea oculta tras una colina, con lo mejor de su ejército, los fusileros de Maryland. En el centro de la segunda línea, las milicias. Las milicias dispararan dos veces, y emprenderán una falsa retirada, protegida por los dragones de Washington. Tarleton cae en el cebo, y lanza toda la infantería contra la milicia.

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Primera fase de la batalla de Cowpens. El cebo.

 

Los continentales aparentaran ceder terreno, mientras los dragones de Washington van hostigando a los infantes ingleses. Cuando hacen cumbre estos últimos en la colina, los continentales y las milicias plantan cara, y los machacan literalmente.

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Segunda fase de la batalla de Cowpens. Hay carne fresca en el menú.

Y es aquí donde ocurre el mano a mano en el que se inspira la escena de la película. Tarleton, abrumado por el desastre inminente, ordena hacer una carga, encontrándose frente a frente con los dragones de Virginia.

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Tarleton copado en Cowpens.

En un lance, Tarleton se encuentra con William Washington, que va en su búsqueda al grito de «¿Dónde está ese fatuo de Tarleton?». Se monta un tumulto con hombres de ambos ejércitos en torno a ambos líderes, y aquí es donde aparece Farragut al quite.

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Benjamin Martin haciendo de Farragut.

Logra entablar combate cuerpo a cuerpo con Tarleton, que iba decidido a acabar personalmente con W. Washington. Farragut logrará herir a Tarleton (parece que pierde algunos dedos), y este tendrá que emprender la retirada. De los 1100 hombres de su Legión, retornarán con él 160.

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Si hay que ser imperialista, que sea con estilo. Tavington/Tarleton is the man.

Tras la guerra, Farragut se establecerá en Tennessee. Se casará, tendrá cinco hijos. Estará al frente de la caballería territorial de Tennessee, y es posible que se debatiese en una ambivalente posición entre Estados Unidos y España en la interesantísima década de 1790. Servirá nuevamente en la Armada, con la compra de la Luisiana por parte de Estados Unidos (1803), y se establecerá en Nueva Orleans. Morirá el 4 de junio de 1817.

Su fama quedará totalmente eclipsada por la de su hijo David Farragut, el primer oficial de la Navy en alcanzar el rango de Almirante, y famoso por su intervención decisiva en la guerra de secesión al mando de la flota de la Unión.

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Admiral David Farragut, US Navy.

 

Tras las huellas del cíbolo, a la conquista de las grandes llanuras

Tras las huellas del cíbolo, a la conquista de las grandes llanuras

Muy pronto comenzarán los españoles a explorar el interior de los actuales Estados Unidos. Ya habían perfilado la costa completa hacia 1519, tal y como contamos en su ocasión.

Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, tras su naufragio en la expedición fallida de Pánfilo de Narváez, se adentrará en el interior de la costa del Golfo. En su camino, será el primero que nos deje constancia del encuentro con un animal exótico: el búfalo.

Lo encontrará en el interior de Texas, y nos dejará una descripción comedida.

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Cuando regrese a la Nueva España, se organizará una expedición al mando de Vázquez de Coronado, que parte hacia el interior en 1540. En ella un fraile, Marcos de Niza, dejará una descripción de oídas bastante fantástica. Normal. En el fin del mundo hay dragones 😉

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La verdad es que Marcos de Niza la liará bastante parda, porque asegurará que vio, a lo lejos, las siete ciudades de oro de Cíbola.

Tendremos que esperar a la expedición que organice Juan de Oñate, el yernísimo (estaba casado con una nieta de Cortés), para la exploración y conquista de Nuevo México, para encontrar nuevos relatos de estos fantásticos animales.

En su expedición iba un entusiasta de los ripios, D. Gaspar Pérez de Villagra. Era un criollo oriundo de Puebla,que hizo fortuna en la expedición y público sus memorias de la misma. En sus ripios, nos habla del encuentro con la bestia.

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Pero no solo eso. Nos dejará una descripción de las grandes llanuras, que en muchas ocasiones asemejarán a un mar. Y a los búfalos, como peces del mismo.

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En fin, de los distintos relatos, el lector podía colegir que se trataba de un animal de «cuerpo como un toro castellano», «barbas como cabrones -mis disculpas -, muy grandes», «pelo merino, como de ovejas», «de melenas y cuartos anteriores leoninos», «córcoba cual camello». Vamos, que hubiese hecho las delicias del Beato de Liébana.

Los españoles se dejaron fascinar por la bestia, y fueron bastante observadores de sus costumbres. Pedro Castañeda de Nájera, de la expedición de Vázquez de Coronado contarán qué plantas comen: «vallico, poleo, abena y lino».

El capitán Juan Jaramillo de Andrade, también de la expedición de Vázquez de Coronado, observará las costumbres sociales de los búfalos, y contará que los machos se van a veces por su cuenta, y a veces se vuelven con las madres, jovenzuelos y crías. Podían apartarse varias leguas. Castañeda también contará que les gusta acercarse a las arboledas de los ríos, para rascarse los lomos en los troncos, y mudar «como culebra el pellejo».

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Mira Coronado, las siete ciudades de oro de Cíbola no las encontraste porque te llevaste una troupé de la revista Nature, macho.

Los búfalos van a influir mucho en la exploración española de las grandes llanuras. Una relación anónima de la expedición de Vázquez de Coronado – aquí largaba todo el mundo, como para hacer algo comprometedor – decía que muchas veces debían cambiar el rumbo en su travesía. Eran tan grandes las manadas, que esperar a que terminasen de pasar era perder toda la jornada.

Jaramillo apuntaba que solo los búfalos eran capaces de abrir sendas con su paso por la llanura. Los hombres y caballos no eran capaces de dejar rastro, pues la hierba era muy fuerte, y no se dejaba vencer fácilmente. La única manera de no perderse en ese inmenso mar, y poder disponer de avanzadillas y retaguardias, era levantar montículos con los excrementos de los búfalos y los huesos, práctica que depurarán – a Dios gracias – los españoles usando estacas para marcar el camino.

Castañeda nos contará como en la llanura se encontrarán estanques redondos del diámetro de «un tiro de piedra», los cuales contenían agua dulce o salada según los casos. Dirá que quien así lo afirmaba era Vázquez de Coronado. Esas charcas las hacían los búfalos a partir de regueros y fuentes, para darse sus baños de barro y aliviar calores. Es muy probable que las saladas lo fuesen por la acumulación de orines, pelo y piel muerta. Ole ahí, Coronado.

Pero no todo era contemplar a los búfalos. También los cazaban. De hecho, el primer relato de cacería del búfalo con arma de fuego nos lo ha dejado nuestro criollo de los ripios, Don Gaspar Pérez de Villagrá.

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Y no solo cazarlos. Para los españoles de la expedición de Oñate en Nuevo México les pareció una magnífica idea intentar acorralarlos y meter un grupo en un cercado. El capitán Juan Ruiz se puso a la tarea, cual vaquero, logrando encauzar un grupo. Cuando llegó la estampida al cercado, se lo llevaron como si fuese de papel, frustrando el intento de llevarse a Santa Fe un grupo de las mismas para criar en cautividad.

Cabaña de búfalos no se pudo hacer, pero cuentan las crónicas que allá por el siglo XVIII se habían llevado a Zacatecas (Nueva España) dos crías de búfalo, que creciendo en cautividad hacían tareas agrícolas.

Curiosamente, el término vaquero será empleado por los españoles para referirse tempranamente a las tribus indias que seguían las migraciones de los búfalos. Y a falta de ciudades de oro, llamarán a estas nobles bestias cíbolos o cíbolas. Estas bestias condicionarán la presencia española en las grandes llanuras. Lo primero, territorialmente. No era fácil establecer asentamientos permanentes en las praderas, hubo que adaptarse a los usos indígenas. De ahí surgen los ciboleros, los cazadores de búfalos.

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La versión novohispana del toro de la Vega.

Los ciboleros eran auténticos temporeros. Cuando bajaban los rebaños en invierno hacia Texas, Kansas y Oklahoma, salían partidas de ciboleros con sus familias desde los asentamientos de Nuevo México. Llevaban el típico carromato español de un solo eje.

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Reenactment cibolero.

Los ciboleros solían ser indios pueblo y mestizos de clases humildes en un principio, que buscaban un suplemento a sus ingresos. Llegaron a organizarse de tal modo, que actuaban reclamando territorialmente, como los indios, su propio terreno de caza.

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Ese terreno era lo que se conoce como Llano Estacado. Aquí, entre las fronteras de Nuevo México y Texas.

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Dependiendo de las lluvias y de la temperatura, a veces se tenían que internar en las grandes llanuras en búsqueda de las manadas, llegando hasta el actual estado de Kansas.

También los cíbolos influyeron en la impedimenta de las exploraciones y contingentes militares. Puesto que la carne estaba siempre a mano, no era necesario llevar grandes trenes de aprovisionamiento, haciendo de las columnas más ligeras. De eso se beneficiaron las columnas españolas cuando intentaban interceptar a franceses, ingleses y luego norteamericanos, cuando se internaban en las grandes llanuras por medio de los cauces de los ríos.

Y por último, también los búfalos influyeron en la diplomacia y relaciones con los indios. Ya en el siglo XVIII, los indios buscaban a los españoles y hacían tratados con ellos cuando se hallaban en posición de debilidad frente a otras tribus. Desde Nuevo México y Tejas ofrecían escoltas a las tribus aliadas, para que pudieran cazar sin ser molestadas por otras tribus.

En este frente lejano del imperio hubo que hacer frente a enemigos exteriores, como los apaches primero, y los comanches después. Y a revueltas internas, como la de los indios pueblo, a finales del siglo XVII.

La revuelta de los indios pueblos, exitosa al principio, fracasó porque los apaches necesitaban del comercio en la llanura con los españoles. Empezaron a hostigar a los indios pueblo, dejándolos sin una de sus principales fuentes de alimento, la carne de cíbolo.

Con el Tratado de Fontainebleau, de 1762, España adquiere la Luisiana, y nominalmente ostenta la soberanía sobre la totalidad de las grandes llanuras, ya que el límite oriental de las grandes llanuras llega hasta el Misisipi.

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Esto impone abrir una ruta que comunique ambas partes del Virreinato de la Nueva España, más allá de la ruta costera por Texas. Se impone abrir una ruta por las grandes llanuras. Esa ruta se conocerá como el camino de Santa Fe, y la abrirá el capitán Pedro Vial en 1787.

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Otra cosa no, pero de los romanos aprendimos a hacer carreteras.

La carne de cíbolo entrará a Nueva Orleans desde el fuerte y puesto comercial español de Los Arcos, en Arkansas.

Las pieles irán llegando a San Luis y Nueva Madrid, en la Luisiana, fruto del comercio con los poderosos indios Osages en el puesto de Fuerte Carondelet, en la divisoria de los actuales estados de Kansas y Misuri

La Compañía Comercial del Alto Misuri comerciará efímeramente durante los años finales del siglo XVIII con los indios Oto en el puesto sobre el río Misuri en actual estado de Kansas, intercambiando pieles por mercaderías. Lo mismo en Fuerte Carlos, en el actual estado de Nebraska. El propio Santiago (James) Mackay participó en una cacería de búfalos junto a los indios Omaha, para abastecer el puesto comercial recientemente fundado de Fuerte Carlos ante el invierno que llegaba. Sobre los esfuerzos comerciales españoles en el Alto Misuri, ya hablamos aquí.

Cuando el ocaso español en América se acercaba, el búfalo formaba parte del modo de vida español en las grandes llanuras, e influía en los asentamientos de Nuevo México, Texas, Luisiana, Arkansas, Misuri, y más allá, incluso en Kansas y Nebraska.

Estas han sido unas pinceladas de la historia española en las grandes llanuras, de la mano de los míticos cíbolos. Mucho más habría que decir sobre las batallas que durante dos siglos mantuvieron la presencia española en las grandes llanuras contra muy diversos enemigos. Pero eso dará lugar a nuevas historias que deben ser contadas.

General James Wilkinson, el Agente 13.

General James Wilkinson, el Agente 13.

No hay artículo en español en la Wikipedia del General James Wilkinson, por dos veces comandante en jefe del ejército de los Estados Unidos. Uno podría decir “bueno, pues no es para tanto”, pero al hilo de su relación con la Luisiana española y con la Nueva España en general, es una ausencia notable.

Tras luchar por la independencia de los Estados Unidos en el ejército continental, se trasladará a Kentucky, entonces dependiente del estado de Virginia.

Empezó a ser una persona activa en la promoción de Kentucky como un estado de la Unión, independiente del estado de Virginia.

Por aquel entonces, a consecuencia de los límites establecidos en el tratado de Fontainebleau, España controlaba el comercio por el Misisipí, y los norteamericanos debían pagar un arancel para poder acceder al mar. El estado de Kentucky solo era viable con unas condiciones de comercio favorables por el Misisipí, ya que la ruta sobre los Apalaches era muy incómoda.

Es por eso que Wilkinson viajará a Nueva Orleans en 1787, y se entrevistará con el gobernador Esteban Rodríguez Miró. Buscaba que las autoridades españolas tuviesen un trato de favor con los colonos del territorio de Kentucky, reduciendo los aranceles y favoreciendo el comercio por el Misisipí. Tras esa visita, se convertirá en agente de información para la corona española, el Agente 13.

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Wilkinson, pintado por el pintor novohispano José Francisco de Salazar

Tendrá una nutrida correspondencia cifrada con el gobernador Miró, y se llegará a ofrecer a promover la incorporación de Kentucky a la corona española. En aquellos momentos lo de Kentucky era serio. El descontento de los colonos en el territorio era grande, pues Virginia retrasaba su reconocimiento como estado de la Unión, y Wilkinson estaba al frente del comité de negociación del territorio de Kentucky para su reconocimiento como estado de la Unión. En una de dichas reuniones llegó a plantear la posibilidad de que Kentucky buscase la protección de España. Se discutió, y no prosperó.

Con la firma del Tratado de San Lorenzo, en 1795, las circunstancias relativas al comercio por el Misisipí cambiaron, siendo estas ya más favorables a los intereses de los Estados Unidos. Y el hecho de que unos ladrones le robasen un cargamento en el que iba oculto el pago por sus servicios de espionaje, y dicho robo se hiciese público, hicieron que tuviese que blindar más su posición como espía. Algunos ya sospechaban de él.

Sin embargo Wilkinson estará presente en la toma de posesión de la Luisiana en Nueva Orleans, el 20 de diciembre de 1803, representando al gobierno de los Estados Unidos.

En esa visita volvió a ofrecer sus servicios como agente, y siguió pasando información a la corona. Y tenía mucha, y muy sensible, pues fue gobernador del territorio de Missouri entre 1805 y 1807. Entre la información sensible que pasó, se detallaba la expedición de Lewis y Clark, así como su recomendación de detenerla a toda costa. También negoció con el Coronel Simón de Herrera la creación de una zona neutral entre el territorio americano de Louisiana y el Texas novohispano, en torno al río Sabine, pacto que supuso un reconocimiento de facto de que la frontera de la adquisición de la Luisiana estaba en el río Sabine, y no en el río Grande, favoreciendo los intereses de España.

Posteriormente su relación con los españoles se irá deteriorando, puesto que los tratos se llevaban no desde Nueva Orleans, sino desde la Ciudad de México, y las autoridades españolas empiezan a desconfiar de él.

En la guerra de 1812 contra Inglaterra lideró al ejército continental en la toma de Mobile (Florida Occidental), que tuvo lugar en marzo de 1813. La Florida Occidental era posesión española, y España era aliada nominal de Inglaterra por aquel entonces. La excusa de dicha acción fue preventiva, pero nunca se devolvió a España por parte de Estados Unidos.

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En morado obscuro, el territorio tomado de facto por Estados Unidos.

En 1816 sería nombrado primer embajador de Estados Unidos ante los rebeldes novohispanos. Permanecerá en el cargo hasta su muerte, el 28 de diciembre de 1825, siendo enterrado en México.

Un hombre importante en la historia española en América del Norte y en la Nueva España, un tahur político de la frontera. La falta de información en español indica el poco interés por nuestra propia historia, al menos en su dimensión más divulgativa. Una pena.

Bonus track: la configuración del territorio de los Estados Unidos entre las Apalaches y el río Misisipí. Kentucky como parte de Virginia.

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